Su madre ya tenía los pies planos. Su abuelo tenía los pies planos. Su mejor amigo tenía los pies planos. Su gato tenía los pies planos. La mesa de su comedor tenía los pies planos. Piero era podólogo y tenía los pies planos.
Ya le habían hablado de una operación para repararse el tendón pero el dolor que sentía después de quince minutos caminando todavía era soportable. Estaba enamorado de sus pies planos. Su mujer tenía los pies planos también, por eso decidió casarse con ella. Esperaba con ganas la llegada de su primera niña para ser el primero en descubrir si también pertenecía al club de los pies planos.
Un domingo por la noche Piero había decidido crear un club de fans para el facebook de gente con los pies planos donde todos subían fotografías y dejaban comentarios que alimentaban su fetichismo. Hubo un día que hablaron en la televisión de los casos de pies planos en niños y Piero se sentó con su libreta de notas y su bolígrafo sediento de alguna nueva información. No quería dejarse ninguna de las declaraciones de los especialistas e invitados para escribir como buen periodista amateur de los pies planos los titulares que más podían impresionar a su grupo de fanáticos empedernidos en la red. La verdad, disfrutaba sabiendo que no era el único obsesionado por el tema.
Piero empezó a sentir que aquello le resultaba hiperbólicamente adictivo cuando se le pasó por la cabeza el crear una página porno donde todos los posados debían de enseñar personas con los pies planos. Sólo la idea lo excitaba pero no acabó de madurar el proyecto.
Una tarde en la biblioteca mientras leía sobre la totalidad de los pies planos en algunas tribus de la antigua Rhodesia, vio la fotografía de Adriano Celentano en uno de los libros que leía una mujer octogenaria sentada a su izquierda. De pronto se dio cuenta del error tan grande que había cometido a lo largo de toda su vida. ¡No se le había pasado por la cabeza investigar si el cantante tenía los pies planos o arqueados!