Se deshace la
vendetta del pequeño otoño desaliñado con los gemidos fríos de la gélida postura
de la moralidad. Jugando a desgranar la verdadera frialdad del humanismo de los
perdidos, descansa el que rabia entre los mayores figurantes del trabajo más
cultivado. No hay dolor cuando se agregan los segundos de más en la grajea del
volador pero se echan tierra los que carecen de las virtudes vituperadas.
De la caja de
sentimientos húmedos se disgregan los rincones que se pierden en la búsqueda
del yermo y su caminante. No me destruyas la poca fragilidad que te regalo pues
no es menos quien sostiene que la persona que se niega a ser incongruente
cuando suena la tormenta.
Se sabe que al
acontecer la misma legitimidad del río, salen los tramposos al margen de los
que serenan el placer mediático de la desigualdad entre preguntas. La noche
sabe enfriar cuando calla porque no se lo piden. Faltar a la verdad resulta
postrar mensajes en el aire frío. ¿Sienten los sedientos el silencio sobrio de
la sedentaria y suculenta soledad insinuada entre silbidos santiguados?
Las condiciones
yerman desde la frígida y bohemia jerarquización. El veto de la sinrazón
persigue a la maloliente crudeza del poeta sin dedos.
Es el momento de
enfrentarse al invierno con la sonrisa de nieve.