Y de la nada
sentí un violín jugando a ser timple,
vi una barca navegar sin rumbo alguno,
el atardecer y tus
palabras,
el sonido del
silencio
y en medio los
dos.
Sin saberte cayó
una lágrima
y sentí dejar de ser al no verte.
Dejó de brillar mi
vela que inocente
creyó ser volcán.
La luna de mayo
no estaba hecha
para el poeta
imperfecto.