Sé
que debes irte. Me lo dicen tus ojos que miran tan lejos como si
detrás de ellos vieses algo que nosotros no percibimos. Te
quiero, yaya - te
he dicho mirándolos con mi mano en tu frente. ¿Me
quieres?- me han
respondido. Cómo no va a querer a una abuela su nieto. Después de ti
ya no hay más, solo el recuerdo de los cuatro abuelos que tuve y tú
la única que cuelga de un hilo fino entre la vida y el qué
sé yo. Tan débil e impotente
me miras mientras te damos de cenar postrada en la cama. Eres un
pajarito con el pico cerrado. Tus ojos no paran de hablar pero tu
boca callada nos recuerda que la vida no es lo que imaginábamos.
Nos
avisaste hace unos días de tu despedida pero no te dejamos marchar.
Quizá sea el momento de abrirte la puerta con lágrimas en los ojos
y respetar tu camino, acompañarte hasta la entrada del mismo y
despedirnos con las almas entrelazadas. Te he puesto tus parrandas
murcianas, tu Juanito Valderrama y me has sabido dar las gracias a tu
manera.
Aquella
Murcia queda ya muy lejos, recuerdos del vanidoso temporal del
tiempo. Has pasado tantas fatigas que nunca llegaremos a conocerlas
todas. En tu boca el recuerdo de tu madre a quién has llamado hasta
hace pocas
semanas. Es curioso cómo volvemos a nuestra madre a pesar de los
años. Tú tienes 91 que no son pocos. Volvemos a la niñez, a ese
momento en el que estábamos protegidos por el amparo de unos brazos
fraternales, de unos besos sin condiciones, de la inocencia de la
niñez. De joven te escaparás pero de viejo no
podrás...qué verdad que es. Es
ley de vida y contra ella no hay nada que hacer. Es imposible romper
lo que la naturaleza ha sentenciado desde el día en que nacemos.
Te
limpio la cara, las manos, el cuello, te pongo tu crema, tu colonia,
te peino y te sigo mirando en tu cuna. Vuelves a ser una niña pero
esta vez sin lucecitas de colores o quizá sí pero yo no las veo. Tu
respiración se hace pesada, intensa y cuesta aguantar el peso de tus
pulmones. El oxígeno te alivia aunque los demás órganos hayan
decidido ir descansando para siempre después de sobrepasar su
fecha de caducidad. Yo creo que has hecho un último esfuerzo por
nosotros, no por ti. Has luchado para que podamos disfrutar de tu
presencia en estas fechas tan señaladas aunque todos sepamos que tu
luz ya se ha
apagado y solo veamos el último rayo. Son momentos duros pero con la
vida no se puede regatear, siempre sale ganando. Tienes sus reglas y
deben cumplirse.
¿He
sido una buena abuela?- parece
que me preguntas en silencio.
¿Y
yo, he sido un buen nieto para ti?-
respondo.
Hasta
entonces, seguiré yendo a verte, seguiré llenándote de besos y de
palabras bonitas, de canciones, de miradas, de sonrisas...hasta que
tú nos digas cuándo debemos cerrar la puerta y dejarte volar alto,
sintiendo la paz,
tu paz,
esa paz...