Salir de la sequedad cuando la lluvia se torna torrencial en lares
insignificantes y la lúgubre intransigencia de la más insignificante validez se
revela contra el mismísimo altar de los dioses afeminados. Es la respuesta de
una mano a la genialidad del frágil y dosificado amanecer de la tristeza.
Luchar por la llegada de la huerta en las maltrechas y sesgadas tierras de la necesidad
del valor y la pérdida de la más pudorosa trifulca entre los dos seres que
llevamos dentro. Desechar la manera de no sentir tanta tristeza entre las
máscaras de los que sin ser idiotas parecen jugar a filosofar sin tener ni idea
de las palabras ni la verdad del que guerrea.
Saber escupir en el preciso momento en el que se figuran las desdichas y la
pena vuelve a visitar la manera de hacerte sentir nulo, como el que en un
pasado fue y siente la necesidad de volver a ser lo que sintió pero ya sin
gloria alguna. Hundido hasta la mierda pero aportando lo que los demás le
valoran y escuchando su necesidad de ser venerado sin querer serlo pero sutil
en la lucha de ser perfume sabiendo ser colonia de agua llana.
Dadaísmo puro en la inteligencia del pensamiento vertiginoso que celebra su
velocidad con júbilo cuando la verborrea necesita escapar entre lloros que no
son sino palabras al nacer de las simientes de una venganza personal contra la
ornamentada fachada de la vida que silenciosamente creemos sentir fuera pero no
dentro de nosotros mismos. Ésa es la más pura mentira de la falsedad
desdibujada por tritones de barro que gotean al deshacerse por el calor de la
llama que quema los pulmones de nuestros cimientos cuando se manosean demasiado
las ideas.
Conocer la soledad del alma cuando se rodea uno de sí mismo y siente no
conocerse; ése es el más cierto esperpento que como magnolias pintadas se puede
clavar en la razón. Llegará el momento de justificar y será entonces, al
encontrarnos con nosotros, cuando no sabremos valorar lo que hicimos bien y lo
que deberíamos haber hecho mejor. Es ahora, entre tanto oscuro, cuando la boca
grita para ser escuchada y se vuelve la noche más de día con un simple abrazo
del que sabe quererte.
Por ello y por dos mil razones más seguimos y seguiremos caminando.
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