El presente es lo que conviene: nada más que el aquí y el ahora. No fraccionemos
la inteligencia razonando en lo que pudo haber sido o presagiando cosas que
todavía están por pasar. No conquistemos vencer aquello que no pudimos alcanzar
sin poner en olvido que quizá no hubiera sido el camino más conveniente.
Sabemos que nada está escrito mas dibujamos una y otra vez compulsivamente el
ruidoso malestar de lo que aún no ha acontecido.
La fragilidad del presente es tan feroz que dedicimos no tocarlo. La verdad
reside en el aquí, en este mismo instante, en la vida, en lo que respiramos y lo
demás son ruidosas ideas que vienen y van. La tristeza se revuelca sonora de un
lado para el otro cubriéndonos los ojos con sus manos frías, escarchadas y
sedientas de una cadencia vulgar que reincide de forma progesiva. Tu secreto
está en el ahora, en la obviedad.
Postrado, suspirando, soltando voz, leyendo o escuchando el silencio. La obstinación
de la subsistencia está en el presente, en lo que observamos y vemos, en la
jubilosa actividad de los segundos, en esa felicidad bautizada efímera y
traicionera. Lagunas del pasado y del presente que meditan y se alejan de
nosotros, la pérdida de todo malestar, el atrayente dictamen de la despreocupación.
Aquí y ahora, esto es la vida y lo demás se avala en lo aprendido a lo largo de
los abriles. Recelar sentirnos ufanos sin saber francamente el por qué.
Bienvenida seas, imaginación, pero no desbarates el agrado del trance, el dominio
del ahora y el estrechón de toda concordia intrínseca que sopesamos.
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