Nos pasamos la vida pensando y pensando y volviendo a pensar en todo lo que nos rodea, en lo que podemos hacer mejor, en lo que hemos hecho mal, en lo que deberíamos hacer, en lo que no hemos hecho y cuando no nos damos cuenta dejamos de existir. Nunca nos paramos a pensar si vale la pena sufrir tanto, pensar tanto, rasgarse la vida en cosas tan materiales que se nos escapan de las manos. Hoy es un día de esos en los que recibimos una bofetada para que sepamos que aquí no sólo se viene a sufrir y a pesar de lo efímero de la lección en sí el dolor es sempiterno. Si existe el cielo celestial hoy ha dejado pasar a una mujer que ya fue ángel en este lugar al que suelen llamar vida terrenal. Es injusto que nos acordemos mucho de las personas sólo cuando faltan o en el día en que nos dejan. Puestos a pensar, deberíamos morirnos todos un poco para que los demás hablasen bien de nosotros y nos recordasen como lo hacemos al desaparecer.
Suena una jota aragonesa a lo lejos. Ya ha llegado, estoy seguro de ello. Sé que descansa en su paraíso. Aquí se quedan los que la queremos y vuelan memorias de lo que llegó a entregar a los demás a base de los años, esfuerzo y mucha, mucha lucha por vivir. Puestos a recordar me vienen imágenes de ella dándome besos y repitiéndome lo bueno que yo era. ¿Sabéis? Yo la apreciaba mucho. La vida hace que cada persona camine por senderos diferentes pero de vez en cuando se vuelven a cruzar para que los caminantes se cuenten sus experiencias. Ella me hacía saber con sus palabras y gestos lo que su familia significaba para ella. Su bastón, su marido; su aire, sus hijos; su ilusión, su nieto. Los que más luchan en esta vida son los que lo hacen con uno mismo. Tienen dos batallas: la personal y la que la vida nos regala. Begoña llevaba toda una vida luchando por vivir y vivir y vivir y vivir y vivir aunque las fuerzas le flaqueasen al final. ¿Por qué tengo ganas de llorar al pensar que no está con nosotros? ¿Qué significa una lágrima?
Vivimos sabiendo que moriremos. Algunos son conscientes de ello y otros pretenden no serlo. Hoy en su entierro me he obligado a pensar en ella sin parar. Me sentía culpable por no hacerlo. Su acento, su picardía, su sentido del humor, su pasión por mi familia y aunque sorprenda a los que la conocieron, sus ganas de vivir. Sí, porque si uno no quiere vivir, no lucha. Ella no sabía rendirse pero hay cosas en esta vida que no se pueden explicar, como el morir. A los humanos se nos escapa de las manos. ¿Es por ello que vale la pena pensar que hay algo más allá? Yo tengo la sensación de que está todavía a mi lado, al lado de los suyos, de su Miguel, de su Jonathan, de su Alicia,... Siento que se ha convertido en ángel, siento que no puede ser todo tan injusto y vacío como morirse sin más y se acaba el cuento. Recuerdo su bondad para conmigo. Yo la quería tanto. Hay personas a las que respetas y quieres mucho y no sabes realmente por qué. Es como si supieses que una vez desaparecidas te cuidarán desde el otro lado de nuestra consciencia. Sentir que no la volveré a ver caminando por el cámping, alabando la fortaleza de su hija, explicando lo mal que la vida ha llegado a tratar a su marido, lo feliz que se sentía al lado de los suyos. Me cuesta creer que no volveré a escuchar sus historias en Gibraltar con los monos, sus viajes y su sutileza al explicarlo todo con ese acento tan maño que nunca la ha abandonado.
Seguiré pensando en ti. Tu bondad siempre permanecerá en el alma de los que hemos sabido conocerte.
Descansa en paz, mañica.
Para nuestra Begoña Campos Omeñaca, fallecida cristianamente el día 10 de julio del 2011 a la edad de 74 años.