dissabte, 23 de desembre del 2017

YAYA





Sé que debes irte. Me lo dicen tus ojos que miran tan lejos como si detrás de ellos vieses algo que nosotros no percibimos. Te quiero, yaya - te he dicho mirándolos con mi mano en tu frente. ¿Me quieres?- me han respondido. Cómo no va a querer a una abuela su nieto. Después de ti ya no hay más, solo el recuerdo de los cuatro abuelos que tuve y tú la única que cuelga de un hilo fino entre la vida y el qué sé yo. Tan débil e impotente me miras mientras te damos de cenar postrada en la cama. Eres un pajarito con el pico cerrado. Tus ojos no paran de hablar pero tu boca callada nos recuerda que la vida no es lo que imaginábamos.

Nos avisaste hace unos días de tu despedida pero no te dejamos marchar. Quizá sea el momento de abrirte la puerta con lágrimas en los ojos y respetar tu camino, acompañarte hasta la entrada del mismo y despedirnos con las almas entrelazadas. Te he puesto tus parrandas murcianas, tu Juanito Valderrama y me has sabido dar las gracias a tu manera.

Aquella Murcia queda ya muy lejos, recuerdos del vanidoso temporal del tiempo. Has pasado tantas fatigas que nunca llegaremos a conocerlas todas. En tu boca el recuerdo de tu madre a quién has llamado hasta hace pocas semanas. Es curioso cómo volvemos a nuestra madre a pesar de los años. Tú tienes 91 que no son pocos. Volvemos a la niñez, a ese momento en el que estábamos protegidos por el amparo de unos brazos fraternales, de unos besos sin condiciones, de la inocencia de la niñez. De joven te escaparás pero de viejo no podrás...qué verdad que es. Es ley de vida y contra ella no hay nada que hacer. Es imposible romper lo que la naturaleza ha sentenciado desde el día en que nacemos.

Te limpio la cara, las manos, el cuello, te pongo tu crema, tu colonia, te peino y te sigo mirando en tu cuna. Vuelves a ser una niña pero esta vez sin lucecitas de colores o quizá sí pero yo no las veo. Tu respiración se hace pesada, intensa y cuesta aguantar el peso de tus pulmones. El oxígeno te alivia aunque los demás órganos hayan decidido ir descansando para siempre después de sobrepasar su fecha de caducidad. Yo creo que has hecho un último esfuerzo por nosotros, no por ti. Has luchado para que podamos disfrutar de tu presencia en estas fechas tan señaladas aunque todos sepamos que tu luz ya se ha apagado y solo veamos el último rayo. Son momentos duros pero con la vida no se puede regatear, siempre sale ganando. Tienes sus reglas y deben cumplirse.

¿He sido una buena abuela?- parece que me preguntas en silencio.
¿Y yo, he sido un buen nieto para ti?- respondo.

Hasta entonces, seguiré yendo a verte, seguiré llenándote de besos y de palabras bonitas, de canciones, de miradas, de sonrisas...hasta que tú nos digas cuándo debemos cerrar la puerta y dejarte volar alto, sintiendo la paz, tu paz, esa paz...

dijous, 6 de juliol del 2017

L'escola de la por




Son muchas las veces que me he planteado hasta qué punto me he quedado estancado en mi etapa escolar. De hecho, si fuera así, no me sobrarían razones…

Mi colegio fue una especie de campo de concentración o al menos ésa es la percepción que tengo muchos años más tarde. A mis 38 años recuerdo muy poco de la guardería y de los años antes de primaria. Me vienen recuerdos de una profesora a la que temíamos por su carácter fuerte y exigente que tenía una gemela a la que me había cruzado más de una vez pensando que era ella. El miedo estaba presente ya por entonces. Recuerdo una compañera que me enseñaba a cordarme las zapatillas a hurtadillas hasta que una día la violenta sacudida que me dio la profesora como castigo hizo que me mease delante de todos. No sabría decir cuál fue la reacción de mis padres al llegar con ropa nueva, la verdad. Creo recordar que le dijeron que me había sentido algo indispuesto en clase.
Había un ángel que nos transmitía mucha paz y cariño. La mala fortuna hizo que esa profesora dulce, con gafas oscuras y labio curvado muriese después de tener un accidente de coche.

Me enseñaron a través del miedo. No puedo hablar de cómo es la situación actual de aquél colegio. Quiero pensar que no tiene nada que ver con lo que yo y mis compañeros llegamos a vivir. Cuando entré a EGB no sabía en ningún momento todo lo que se me venía encima. Por entonces fui consciente de la presencia del director de la escuela…

Su carácter era serio, seco, estricto, pedagógicamente violento y sin ningún tipo de empatía. Era un director capaz de dominar los sentimientos de todos los que estábamos en su escuela incluyendo a los padres. Siempre vestido con su traje, su corbata, sus gafas y su nariz afilada. No quiero olvidarme del pin que se ponía cada vez que ganaba su equipo de fútbol. En alguna ocasión llegó a prohibir el poder expresarse en lengua española como parte de su autoritarismo. Llegó a ser omnipresente en nuestro pasado y aunque no fue capaz de ello, pretendió serlo de nuestro presente y de nuestro futuro. Ello no exime que más de una vez aparezca en mis sueños y recuerde en momentos puntuales todas las restricciones que nos calaron en lo más profundo de nuestro inconsciente.

Como suele pasar con los psicópatas, pasado el tiempo recuerdo su forma de caminar, sus manos en la amaricana, los pelos blancos y negros de su nariz afilada; el color de sus gafas amenazadoras, los sonidos nasales como parte de un comportamiento obsesivo liberador de estrés pero un síntoma más para los alumnos de la verosimilitud del terror, el pánico y la manipulación.

Los profesores habían sido entrenados para seguir sus resoluciones sobre la mejor manera de enseñar a los alumnos. Sin embargo, no se asemejaban lo más mínimo a el director. Las amenazas contínuas de quedarnos de 5 a 6 para copiar verbos como castigo, el tono agresivo y altivo de las clases y las amenazas de enviarnos al despacho del director eran parte de la enseñanza del miedo que me tocó vivir.

El colegio entero se ponía en filas estratégicamente ordenadas. Cada alumno dentro de un cuadrado del que no podía moverse y a poder ser bien erguido con las manos detrás. El silencio reinaba en el patio esperando a que el director apareciera con su pequeña libreta y su bolígrafo plateado. Empezaban los susurros avisando de la presencia del dictador. Silencio absoluto en un patio con más de 200 alumnos alineados como si de un batallón de soldados se tratase. Las profesoras se situaban delante de sus filas, mirando fíjamente a sus alumnos y en algunos casos dando instrucciones en voz muy baja para conseguir alienación más perfecta si aún cabía. Llegaba el defensor del miedo, miraba la fila de alumnos y en algunas ocasiones adelantaba su paso mientras los alumnos temíamos lo peor. De vez en cuando se paraba delante de alguien y le pedía explicaciones en voz alta para que todo el colegio escuchara el por qué de su mala posición en el cuadrado de la muerte. Si lo creía conveniente te preguntaba el nombre, tratándote como a un don nadie y apuntaba en su libreta mientras decía “et quedes de cinc a sis” con altanería y orgullo de jugador al conseguir puntos por haber perfilado a un culpable. Una vez revisada la fila, el general daba el visto bueno para que aquél primer batallón entrase en el edificio camino de la clase. Así hasta que el colegio entero dejaba el patio con el mismo silencio que había cuando los estudiantes hacían las filas. Recuerdo haber visto en más de una ocasión al director llevarse a un alumno en volandas por la oreja a su despacho. Aquello no era miedo, era literalmente pánico lo que llegamos a sufrir.

No quiero olvidarme de las puertas de las clases. Todas tenían una pequeña ventana rectangular para mirar a través de ella. A menudo no nos percatábamos de que estábamos siendo observados y por un chivatazo mirabas de reojo todo asustado y veías dos ojos llenos de odio y una nariz que dejaba huella en la ventana. En ese momento el suelo se abría y el infierno resucitaba. Sentías morirte...cuando se abría la puerta y él aparecía todos nos levantábamos con un “bon dia senyor” dicho al unísono y nos quedábamos de pie, con la espalda bien recta y mirando hacia adelante hasta que se le antojase que debíamos sentarnos. Lo hacíamos con un “gràcies” seguido de su nombre con la categoría de señor por delante. Los chillidos en casos como estos en los que pillaba a alguien hablando en mitad de una clase se escuchaban de punta a punta del colegio. El levantarnos para dar los buenos días y el sentarnos dando las gracias también era aplicable para los secretarios. “Bon dia, senyor secretari”, “gràcies senyor secretari”. Mejor no explicar lo que ocurría cuando se encontraba a alguien castigado de pie en la entrada de la clase y él aparecía por el pasillo...te miraba fíjamente hasta que te meabas del miedo.

Los festivales de fin de curso eran incomparables. El director del campo de concentración daba paso a un festival lleno de público por todos los lados, sentados en gradas de forma ovalada y con los desgraciados de los alumnos entreteniendo en el medio. Era tan exagerado desde la mirada de un niño que ni el festival de eurovisión se asemejaba en lo más mínimo. Estaba totalmente prohibido saludar a familiares o salirse lo más mínimo de lo que se había estado ensayando durante año y medio. La perfeción quedaba ninguneada ante tanta pomposidad mientras él sonreía orgulloso entre los padres y alardeaba de los resultados de su método disciplinario-educativo.

El momento de la entrega de notas era todo un clásico. Iba clase por clase, nos soltaba el mismo sermón cada año sobre el labrador que tenía que trabajar duro durante todo el año para que las semillas plantadas crecieran y se convertieran en grandes árboles con frutos. Llamaba uno por uno a los alumnos con su voz seria y grave. “Tot aprobat, enhorabona!” decía y los demás teníamos que aplaudir como si de la entrega del postgrado más difícil del mundo se tratase. Prefiero no hablar de los que suspendían...más de uno debe seguir con tratamiento psicológico para aceptar que un ser tan miserable haya pasado por su existencia llenándolo de inseguridades, miedos y traumas de por vida.

Todavía hay gente que me pregunta por qué los que fuimos a esa escuela preferimos no hablar del tema...aquí queda escrita mi experiencia. Cabe no olvidar que es un pequeño extracto de lo que fueron los peores 10 años de mi vida.

¿Educación a través del miedo?

Creo que la respuesta es evidente….

PD: después de revisar el texto he decidido dejar algunas de las faltas ortográficas como muestra de la rebeldía que no pude vivir durante esos años.

dissabte, 18 de febrer del 2017

Bajé y sentí









Y paré y observé.
El sauce llorón en su intento por bailar
movía las ramas como el mar en su quejido.
El verde del prado brillaba en su intento
por ser escuchado como la silenciosa soledad de la noche.
Entre los arbustos la belleza de una conversación
entre pájaros dando de comer a sus pequeños
y la sensación del otoño tardío en el cielo nublado.

¡Cuánta belleza en un solo instante!
Las hojas me saludan en su movimiento,
inspiro el aire y oh! La gratitud del bienestar
me recompensa con una lágrima.

Y paré y observé.
Jamás creí poder sujetar tanta obra de arte
en una sola e inquietante tarde de octubre.

diumenge, 8 de gener del 2017

Sopesando el presente




El presente es lo que conviene: nada más que el aquí y el ahora. No fraccionemos la inteligencia razonando en lo que pudo haber sido o presagiando cosas que todavía están por pasar. No conquistemos vencer aquello que no pudimos alcanzar sin poner en olvido que quizá no hubiera sido el camino más conveniente. Sabemos que nada está escrito mas dibujamos una y otra vez compulsivamente el ruidoso malestar de lo que aún no ha acontecido.


La fragilidad del presente es tan feroz que dedicimos no tocarlo. La verdad reside en el aquí, en este mismo instante, en la vida, en lo que respiramos y lo demás son ruidosas ideas que vienen y van. La tristeza se revuelca sonora de un lado para el otro cubriéndonos los ojos con sus manos frías, escarchadas y sedientas de una cadencia vulgar que reincide de forma progesiva. Tu secreto está en el ahora, en la obviedad.


Postrado, suspirando, soltando voz, leyendo o escuchando el silencio. La obstinación de la subsistencia está en el presente, en lo que observamos y vemos, en la jubilosa actividad de los segundos, en esa felicidad bautizada efímera y traicionera. Lagunas del pasado y del presente que meditan y se alejan de nosotros, la pérdida de todo malestar, el atrayente dictamen de la despreocupación. Aquí y ahora, esto es la vida y lo demás se avala en lo aprendido a lo largo de los abriles. Recelar sentirnos ufanos sin saber francamente el por qué.


Bienvenida seas, imaginación, pero no desbarates el agrado del trance, el dominio del ahora y el estrechón de toda concordia intrínseca que sopesamos.