dilluns, 3 de gener del 2011

Con optimismo


Dicen que no debemos decir nunca. Dicen que es una palabra fea, demasiado tajante y sin entusiasmo. La palabra nunca entiende de secretos, de sentimientos, de orquídeas sin espinas y sin quejas. Sabe vivir quizás en algunos ignorantes pero no sobrevive en el fondo de los caminos más cruzados por los días abiertos. Además, no olvidemos que dejar de ser ciego no implica dejar de sentir la poca sabiduría del vino nuevo. Lloramos, y cada vez que lo hacemos apagamos unas velas para encender otras de nuevo mientras los que agonizan por querer ver despiertan a los que sueñan por querer ser invisibles.

Un artista no es quien cree serlo sino el que sabe sentirlo. Mirarse al espejo y enrojecer, cuando las balas de una moneda vieja se convierten en colores vivos que vuelan en la tienda de juguetes del que imagina. Como el músico, el arte quiere ser respirado mientras recitan los acordes unos poemas manchados. La lejanía del que quiere ser escuchado y no saber lo que es el aplauso. El valor del artista camina más allá de la palabra nunca. Es un café salpicado en una almohada llena de carmín verde y unos mocasines que saben mucho del fracaso de los que se creen perdedores.

Sentir y luego respirar en cada movimiento de las páginas de nuestra monotonía. Una bonita melodía dadaísta en las palabras que se escapan como pucheros de un niño que no entiende de sabiduría. Sentir el arte y no entender del nunca; el sentir deja sitiado a los que no saben quemar miradas en la peregrinación de lo absurdo. Sentir el arte y desengañarse de las palabras que se encarcelan en un cuchitril asustado ante la inmensidad de los que creen saber tanto y no dicen nada.

Sentir que más allá del puto verbo existe la imagen rechazada por la misma mezquindad de una puerta que no sabe abrirse. No hay que llorar de asco pero sí de miseria introspectiva. El arte frente al que cree ser arte como alcohol emborrachando al sumun de la desfachatez. He creído en la frase y la oración como hermanas de la abundancia pero hoy, como gracias a los libros que no escribo.

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